En internet, una imagen cuidada y un discurso convincente pueden bastar para que miles de personas acepten consejos de salud sin cuestionar su origen o validez. Plataformas como TikTok e Instagram amplifican estos mensajes con rapidez, favoreciendo contenidos diseñados para captar la atención en lugar de informar con precisión.
Un estudio reciente, publicado en la revista médica JAMA Network Open, analizó 982 publicaciones de influencers sobre cinco pruebas populares, entre ellas resonancias magnéticas de cuerpo completo y análisis hormonales. El análisis encontró que la mayoría de estos contenidos presentaba información engañosa, omitía posibles efectos adversos o no incluía fuentes confiables. Solo un pequeño porcentaje citaba evidencia científica o advertía sobre limitaciones clínicas.
Muchos de los perfiles analizados no pertenecían a profesionales de la salud. Aun así, promovían servicios costosos o procedimientos cuya utilidad médica no está demostrada. En varios casos, las publicaciones respondían a acuerdos comerciales, lo que plantea dudas sobre su imparcialidad y puede fomentar el uso innecesario de estudios o tratamientos.
Este tipo de exposición frecuente a recomendaciones sin sustento provoca algunos riesgos. Entre ellos, el sobrediagnóstico: identificar condiciones que no requerirían atención médica, pero que derivan en gastos, intervenciones y preocupación innecesaria. La capacidad de difusión de estas publicaciones multiplica su impacto y dificulta que los usuarios distingan entre información útil y contenido basado en intereses ajenos a la salud.
Ante este panorama, conviene tomar en cuenta algunas recomendaciones básicas:
Para tomar decisiones informadas en temas de salud es necesario revisar el origen de cada recomendación, contrastar fuentes y mantener una actitud crítica ante lo que circula con rapidez. Esa pausa puede marcar la diferencia entre una elección responsable y una reacción basada en apariencia o presión social.